lunes, 4 de marzo de 2013

El ocaso de los clásicos



He recibido un email… como los de antes, de esos de hacer clic en la bandeja de entrada y ver ese (1), seguido de un nombre y un asunto que te retuerce el estómago. De abrirlo con el pulso temeroso de un adolescente. De esbozar la sonrisa más tirante del día. De palpitar a ritmo de Cowboys from Hell. 

Me gustan los emails, esa correspondencia 2.0, porque llegamos tarde a las cartas de verdad, como llegamos tarde a tantas cosas… porque llegamos tarde para Woodstock, como llegamos tarde para ver al bueno de Jimmy envuelto en ácido y llamas… porque llegamos tarde al Studio 54, como llegamos tarde para ver al batería más ruidoso de toda Inglaterra, detrás de los platos y detrás de un bigote… porque llegamos tarde a la distorsión Cliff en Orion, porque en realidad siempre llegamos tarde a muchas cosas.

Pero cartas, virtuales o no, son cartas… y todo el mundo sabe que las cartas se inventaron para decir cosas bonitas, para arrancar sonrisas y aferrarnos a ellas, para mandar sueños, para guardar recuerdos, para decir te quieros, para saltar al vacío, para olvidar el arnés de seguridad, para salir de la triste y violenta monotonía. 

Y todo marchaba bien… podías tener más o menos, como siempre en la vida, pero ahí estaban, el clavo ardiendo de las últimas almas del romanticismo, la esperanza del melancólico, la cerveza del sediento, los arpegios del olvidado… y llegó el dichoso Whatsapp… como el que irrumpe en un velatorio contando chistes de vascos… grotesco a la par que curioso.

Me vendí, culpable… pero no olvido, añoro. En whatsapp no se escribe como en las cartas, maldita lanzadera de palabrajos y carotas amarillas ¡hasta una mierda sonriente, oiga! Gatos que se sorprenden, monetes que se sonrojan… ¡un despropósito, vamos! ¿Acaso se pueden decir cosas de verdad y que suenen reales en la bella lengua de Cervantes en esta dichosa aplicación? 

Porque whatsapp es para decir guarradas, para saltarse la mejor parte, la de convencerte, mientras suena el Maybe de la tía Janis en mi cabeza, para que me dejes escalar por tu yugular, o dejar que me muerdas el labio… para saltarse la parte en la que dejo de mirarte a los ojos e imagino que esa boca es solo para mí, la de salir borrachos del bar, corriendo para ir a meternos mano en la parte de atrás del coche. Para saltarse lo bueno, para ir directos al final… práctico, pero una guarrada.

Porque whatsapp, comparado con las cartas, es como una banda de American Root sin contrabajo. Como decir que la película era mejor que el libro. Como comparar Showtime con HBO. Como los Beatles y los Stones. Como Camela y Medina. Como comparar al Tarque con el puto Carlos Goñi. Como follar con quien no sabe besar… 

Como el Loco sin Sabino, como Rinconete sin Cortadillo o como Horacio Oliveira sin Buenos Aires. Como The Apartment sin Jack Lemmon, como una tarde de verano en el Carrero sin una cerveza, como un piercing en el clítoris, como Maiden sin Bruce o como El secreto de tus ojos sin Ricardo Darín… 

Como Faluya sin revolución, como el puto porno americano… o como las tetas operadas. Como hablar de cine y olvidarse de Brian de Palma, como el blues de Missouri sin armónica, como Nueva York sin Sinatra. Como que empiece a sonar Sultans of Swing y no te abraces por el cuello a la primera persona que tengas al lado y te inventes la estrofa mientras levantas la cerveza.

Como dijo el buen Robe… “llegar a la cama y... ¡joder, que guarrada! sin tí.”

No pienso convencerte por whatsapp… nos merecemos más, pero te invito a una copa esta noche, conozco el peor bar de toda la ciudad… la última la podemos tomar en casa, pero solo si prometes reírte de mis tonterías; prometo decirte guarradas, pero por email… o mensaje… o messenger… que guarro soy como el que más, pero por favor, nada de whatsapp. 

Un ron-cola por aquí, ¿y para ti?

1 comentario:

  1. Me gustaría hacer una valoración acerca de cómo se ha desarrollado la sociedad desde que nacimos.

    Haciendo balance de lo que hemos ganado y heos perdido en estos 28 años, por mi parte llego a la conclusión de que nos hemos quedado igual.

    Los chavales de ahora tienen whatsapp e internet, pero nosotros teníamos una tele de mejor calidad, hacíamos más deporte, jugábamos a las chapas, a mierda, al escondite, al pillao, saltábamos a la comba, etc.
    Y aunque tengamos internet, antes no nos hacía falta: antes ponían porno en la tele (¿os acordáis en TC los sábados a la 1?), no hacía falta roja directa porque echaban los partidos por la tele, el cine valía 350 pesetas. Y así muchas cosas.

    En cuestión de enfermedades, hemos conseguido curar la gripe, la tuberculosis, malaria, etc. Sin embargo, han entrado en escena enfermedades que antes no conocíamos, como SIDA, alzheimer, osteoporosis, etc. Ahora, como la población es más longeva y la natalidad ha disminuído, quieren aumentar la edad de jubilación. Por lo cual, todo lo que hayamos conseguido vivir de más, no sirve para nada.

    Del tema whatsapp, opino que es como todo en la vida, según lo utilices. Pero con whatsapp, la comunicación es como un consolador: efectiva, pero carente de sentimiento.

    Up the 80's!

    Chule

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