He recibido un email… como los de
antes, de esos de hacer clic en la bandeja de entrada y ver ese (1), seguido de
un nombre y un asunto que te retuerce el estómago. De abrirlo con el pulso
temeroso de un adolescente. De esbozar la sonrisa más tirante del día. De
palpitar a ritmo de Cowboys from Hell.
Me gustan los emails, esa
correspondencia 2.0, porque llegamos tarde a las cartas de verdad, como
llegamos tarde a tantas cosas… porque llegamos tarde para Woodstock, como
llegamos tarde para ver al bueno de Jimmy envuelto en ácido y llamas… porque
llegamos tarde al Studio 54, como llegamos tarde para ver al batería más
ruidoso de toda Inglaterra, detrás de los platos y detrás de un bigote… porque
llegamos tarde a la distorsión Cliff en Orion, porque en realidad siempre llegamos tarde a
muchas cosas.
Pero cartas, virtuales o no, son cartas…
y todo el mundo sabe que las cartas se inventaron para decir cosas bonitas, para
arrancar sonrisas y aferrarnos a ellas, para mandar sueños, para guardar
recuerdos, para decir te quieros, para saltar al vacío, para olvidar el arnés
de seguridad, para salir de la triste y violenta monotonía.
Y todo marchaba bien… podías
tener más o menos, como siempre en la vida, pero ahí estaban, el clavo ardiendo
de las últimas almas del romanticismo, la esperanza del melancólico, la cerveza
del sediento, los arpegios del olvidado… y llegó el dichoso Whatsapp… como el
que irrumpe en un velatorio contando chistes de vascos… grotesco a la par que
curioso.
Me vendí, culpable… pero no
olvido, añoro. En whatsapp no se escribe como en las cartas, maldita lanzadera
de palabrajos y carotas amarillas ¡hasta una mierda sonriente, oiga! Gatos que
se sorprenden, monetes que se sonrojan… ¡un despropósito, vamos! ¿Acaso se
pueden decir cosas de verdad y que suenen reales en la bella lengua de
Cervantes en esta dichosa aplicación?
Porque whatsapp es para decir
guarradas, para saltarse la mejor parte, la de convencerte, mientras suena el
Maybe de la tía Janis en mi cabeza, para que me dejes escalar por tu yugular, o
dejar que me muerdas el labio… para saltarse la parte en la que dejo de mirarte
a los ojos e imagino que esa boca es solo para mí, la de salir borrachos del
bar, corriendo para ir a meternos mano en la parte de atrás del coche. Para
saltarse lo bueno, para ir directos al final… práctico, pero una guarrada.
Porque whatsapp, comparado con
las cartas, es como una banda de American Root sin contrabajo. Como decir que
la película era mejor que el libro. Como comparar Showtime con HBO. Como los
Beatles y los Stones. Como Camela y Medina. Como comparar al Tarque con el puto
Carlos Goñi. Como follar con quien no sabe besar…
Como el Loco sin Sabino, como
Rinconete sin Cortadillo o como Horacio Oliveira sin Buenos Aires. Como The
Apartment sin Jack Lemmon, como una tarde de verano en el Carrero sin una
cerveza, como un piercing en el clítoris, como Maiden sin Bruce o como El
secreto de tus ojos sin Ricardo Darín…
Como Faluya sin revolución, como
el puto porno americano… o como las tetas operadas. Como hablar de cine y
olvidarse de Brian de Palma, como el blues de Missouri sin armónica, como Nueva
York sin Sinatra. Como que empiece a sonar Sultans of Swing y no te abraces por
el cuello a la primera persona que tengas al lado y te inventes la estrofa
mientras levantas la cerveza.
Como dijo el buen Robe… “llegar a
la cama y... ¡joder, que guarrada! sin tí.”
No pienso convencerte por
whatsapp… nos merecemos más, pero te invito a una copa esta noche, conozco el
peor bar de toda la ciudad… la última la podemos tomar en casa, pero solo si
prometes reírte de mis tonterías; prometo decirte guarradas, pero por email… o mensaje…
o messenger… que guarro soy como el que más, pero por favor, nada de whatsapp.
Un ron-cola por aquí, ¿y para ti?
Me gustaría hacer una valoración acerca de cómo se ha desarrollado la sociedad desde que nacimos.
ResponderEliminarHaciendo balance de lo que hemos ganado y heos perdido en estos 28 años, por mi parte llego a la conclusión de que nos hemos quedado igual.
Los chavales de ahora tienen whatsapp e internet, pero nosotros teníamos una tele de mejor calidad, hacíamos más deporte, jugábamos a las chapas, a mierda, al escondite, al pillao, saltábamos a la comba, etc.
Y aunque tengamos internet, antes no nos hacía falta: antes ponían porno en la tele (¿os acordáis en TC los sábados a la 1?), no hacía falta roja directa porque echaban los partidos por la tele, el cine valía 350 pesetas. Y así muchas cosas.
En cuestión de enfermedades, hemos conseguido curar la gripe, la tuberculosis, malaria, etc. Sin embargo, han entrado en escena enfermedades que antes no conocíamos, como SIDA, alzheimer, osteoporosis, etc. Ahora, como la población es más longeva y la natalidad ha disminuído, quieren aumentar la edad de jubilación. Por lo cual, todo lo que hayamos conseguido vivir de más, no sirve para nada.
Del tema whatsapp, opino que es como todo en la vida, según lo utilices. Pero con whatsapp, la comunicación es como un consolador: efectiva, pero carente de sentimiento.
Up the 80's!
Chule