domingo, 2 de junio de 2013

¿Consultorio? En la otra puerta, por favor.


Me gusta escribir cuando llueve. Mientras suena Beth Hart. Cuando armonizan a la perfección esos acordes de puto blues rock con las gotas que llegan desde la Malvarrosa hasta el cristal de mi ventana. Cuando la resaca del sábado se mezcla con la nostalgia. Cuando la nostalgia se mezcla con el calor del colchón. El de perder neuronas, el de ganar endorfinas. El de la tristeza que te invade el cuerpo después de pasar una noche más.

Se vuelve difícil escribir cuando llega la primavera. Se vuelve más difícil escribir cuando la primavera viene disfrazada de invierno. Porque las primaveras se inventaron para curar inviernos. 

Buenas noticias, llueve. Escribo.

No pude evitar soltar una enorme y sonora carcajada cuando aquella pregunta tenía por objeto que nosotros pudiéramos solucionar un problema. Sí, nosotros.

“Después de esta temporada leyéndoos en el blog, tenéis pinta de saber de mujeres, a ver si podéis ayudarme con un problemilla que tengo.”

Sí, nosotros. Intento releer varias entradas, buscando dónde y cómo alguien podría haber pensado tal cosa de nosotros. Porque no es que nos pidan consejo sobre bares, libros, copas, discos, cine o restaurantes… nos piden consejo sobre mujeres. Nosotros, que nos movemos entre mapaches, gatetes y comadrejas (broma interna). Nosotros. 

Querido amigo, supongo que dejándote llevar por el título de esta casa, la bombilla que se encendió en tu cabeza y que te hizo pensar que nosotros podríamos ayudarte en tales asuntos, ocurrió después de varias copas de balón. No te culpo, por aquí tampoco somos de consultar a la almohada… de qué sirve teniendo un buen bar a la vuelta de la esquina.

Siéntate por aquí. Qué te pongo, ¿cerveza? Tienes razón… mejor algo más fuerte. Pondré un poco de música si te aparece. 

Empezaré comentando que contratarnos como asesoría sentimental roza la locura, te define como un insensato. Pero esta casa está llena de insensatos, en esta casa rebosa la melancolía, desborda la locura. Estás en tu maldita casa.

Recuerda que todo lo que vayas a leer a continuación tiene la misma utilidad que un Smartphone en manos de tu abuela. Que si tuviera menos utilidad, estaríamos hablando de valores negativos. Pero por aquí somos ingenieros, y como una vez escuché de boca de un genio de los firmes y los trazados, los ingenieros solucionamos problemas. 

Para empezar, prométeme olvidar el concepto “mi media naranja”. Por favor te lo pido. Las medias naranjas solo sirven para exprimirlas, y fuera de un contexto meramente sexual, no tiene demasiado sentido. Además, una vez exprimidas, tras un solo uso hay que consumirlas rápidamente. Por eso de las vitaminas que decía tu madre, y fuera de un contexto meramente sexual, tampoco tiene demasiado sentido. Porque no estamos hablando de algo meramente sexual, ¿no? Por cambiar el chip… y de canción. 

Olvídate de las princesas, olvídate de los príncipes. Los únicos príncipes que conozco son cuentistas, no son de cuento. En esta casa somos republicanos. Se me ve el plumero, lo siento. Tal vez sea la rana que no quiere convertirse en príncipe, aunque mataría por ciertos besos. 

Recuerda a Julio Cortázar. Siempre me acuerdo de mi adorada Rayuela y ese: "Andábamos sin buscarnos, pero sabíamos que andábamos para encontrarnos". No desespere usted. Lo de Ruby Sparks solo es una genialidad en la ficción de las pantallas. 

No quieras alguien como tú, con tus mismos gustos. Que no te quiten el placer de aprender y enseñar cosas nuevas. Suena terrible eso de compartirlo todo. Aburrido. De manual Disney, un horror. Equiparable a Pitingo, si se me permite exagerar.

Busca pequeñas cosas. Que por teléfono su voz suene como un viejo vinilo de Purple. Aunque no conozca el Made in Japan, ni el Whole Lotta Love. Que le guste la tortilla de patata, con cebolla. Que como dijo el de Úbeda estos dedos que sueñan que te desnudan…” retumbe en tus noches y en tu cabeza.

Tener sus ojos de pantera como única bandera. Por patria el calor de sus caderas. Morder sus labios, cada noche, como proyecto fin de carrera. Pasar los sábados sin querer salir de la cama en invierno o primavera.

Sonrisas, siempre sonrisas. Y queso. Y algún verso. Mucho queso. Muchos versos. Y más besos. Siempre.

Que no te obligue a bailar, porque no sabemos. Pero que se ría cuando lo intentas, porque repito, no sabemos. Porque fuera del “baile de la baldosa” y los dos pasos que aprendimos no hay quien nos saque. Pero que te embobe verla bailar. 

Recuerda siempre que somos de los buenos. Que no de los guapos. De rockanroll. De los que siempre fuimos de macarras pero nunca lo fuimos tanto. Muy de Loquillo y un poco de M-Clan. Muy de Metallica, pero muy de The Who. Muy de Lemmy Kilmister, pero muy de Mercury. De corazón blando, pero de polla dura. Resumiendo y si se me permite el improperio. De los buenos, pero tal vez no tanto. O si, depende de cómo se mire. 

Olvida todo que acabas de leer, no busques. Vive, llegará… o no, qué más da. Aprovecha el momento. Punto.

Por aquí sabemos poco o nada de mujeres, (como si alguien supiera) aunque siempre escribamos sobre ellas. Qué más da en singular que en plural. 

Si encuentras a alguien… sigue aprovechando. Al minuto. Al instante. Al final, es lo único que te llevas. Instantes. Compartir colchón, restaurante y barricada. Da igual el orden. Pero mucho colchón. Y siempre barricada. 

Acabé la copa, pidamos otra… que las noches son muy largas. ¡Camarero!

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