Me gusta escribir cuando llueve. Mientras suena Beth Hart. Cuando armonizan a la perfección esos acordes de puto blues rock con las gotas que llegan desde la Malvarrosa hasta el cristal de mi ventana. Cuando la resaca del sábado se mezcla con la nostalgia. Cuando la nostalgia se mezcla con el calor del colchón. El de perder neuronas, el de ganar endorfinas. El de la tristeza que te invade el cuerpo después de pasar una noche más.
Se vuelve difícil escribir cuando
llega la primavera. Se vuelve más difícil escribir cuando la primavera viene
disfrazada de invierno. Porque las primaveras se inventaron para curar
inviernos.
Buenas noticias, llueve. Escribo.
No pude evitar soltar una enorme
y sonora carcajada cuando aquella pregunta tenía por objeto que nosotros
pudiéramos solucionar un problema. Sí, nosotros.
“Después de esta temporada leyéndoos en el blog, tenéis pinta de saber
de mujeres, a ver si podéis ayudarme con un problemilla que tengo.”
Sí, nosotros. Intento releer
varias entradas, buscando dónde y cómo alguien podría haber pensado tal cosa de
nosotros. Porque no es que nos pidan consejo sobre bares, libros, copas, discos,
cine o restaurantes… nos piden consejo sobre mujeres. Nosotros, que nos movemos
entre mapaches, gatetes y comadrejas (broma interna). Nosotros.
Querido amigo, supongo que
dejándote llevar por el título de esta casa, la bombilla que se encendió en tu
cabeza y que te hizo pensar que nosotros podríamos ayudarte en tales asuntos,
ocurrió después de varias copas de balón. No te culpo, por aquí tampoco somos
de consultar a la almohada… de qué sirve teniendo un buen bar a la vuelta de la
esquina.
Siéntate por aquí. Qué te pongo,
¿cerveza? Tienes razón… mejor algo más fuerte. Pondré un poco de música si te aparece.
Empezaré comentando que
contratarnos como asesoría sentimental roza la locura, te define como un
insensato. Pero esta casa está llena de insensatos, en esta casa rebosa la
melancolía, desborda la locura. Estás en tu maldita casa.
Recuerda que todo lo que vayas a
leer a continuación tiene la misma utilidad que un Smartphone en manos de tu abuela.
Que si tuviera menos utilidad, estaríamos hablando de valores negativos. Pero
por aquí somos ingenieros, y como una vez escuché de boca de un genio de los
firmes y los trazados, los ingenieros solucionamos problemas.
Para empezar, prométeme olvidar el
concepto “mi media naranja”. Por favor te lo pido. Las medias naranjas solo
sirven para exprimirlas, y fuera de un contexto meramente sexual, no tiene
demasiado sentido. Además, una vez exprimidas, tras un solo uso hay que
consumirlas rápidamente. Por eso de las vitaminas que decía tu madre, y
fuera de un contexto meramente sexual, tampoco tiene demasiado sentido. Porque
no estamos hablando de algo meramente sexual, ¿no? Por cambiar el chip… y de
canción.
Olvídate de las princesas, olvídate de los príncipes. Los únicos príncipes que conozco son cuentistas, no
son de cuento. En esta casa somos republicanos. Se me ve el plumero, lo siento.
Tal vez sea la rana que no quiere convertirse en príncipe, aunque mataría por ciertos
besos.
Recuerda a Julio Cortázar. Siempre
me acuerdo de mi adorada Rayuela y ese: "Andábamos sin buscarnos, pero sabíamos
que andábamos para encontrarnos". No desespere usted. Lo de Ruby
Sparks solo es una genialidad en la ficción de las pantallas.
No quieras alguien como tú, con
tus mismos gustos. Que no te quiten el placer de aprender y enseñar cosas
nuevas. Suena terrible eso de compartirlo todo. Aburrido. De manual Disney, un
horror. Equiparable a Pitingo, si se me permite exagerar.
Busca pequeñas cosas. Que por
teléfono su voz suene como un viejo vinilo de Purple. Aunque no conozca el Made
in Japan, ni el Whole Lotta Love. Que le guste la tortilla de patata, con
cebolla. Que como dijo el de Úbeda “estos dedos que sueñan que te desnudan…”
retumbe en tus noches y en tu cabeza.
Tener sus
ojos de pantera como única bandera. Por patria el calor de sus caderas. Morder
sus labios, cada noche, como proyecto fin de carrera. Pasar los sábados sin
querer salir de la cama en invierno o primavera.
Sonrisas,
siempre sonrisas. Y queso. Y algún verso. Mucho queso. Muchos versos. Y más besos.
Siempre.
Que no te obligue a bailar,
porque no sabemos. Pero que se ría cuando lo intentas, porque repito, no
sabemos. Porque fuera del “baile de la baldosa” y los dos pasos que aprendimos no
hay quien nos saque. Pero que te embobe verla bailar.
Recuerda siempre que somos de los
buenos. Que no de los guapos. De rockanroll. De los que siempre fuimos de
macarras pero nunca lo fuimos tanto. Muy de Loquillo y un poco de M-Clan. Muy
de Metallica, pero muy de The Who. Muy de Lemmy Kilmister, pero muy de Mercury.
De corazón blando, pero de polla dura. Resumiendo y si se me permite el
improperio. De los buenos, pero tal vez no tanto. O si, depende de cómo se
mire.
Olvida todo que acabas de leer,
no busques. Vive, llegará… o no, qué más da. Aprovecha el momento. Punto.
Por aquí sabemos poco o nada de
mujeres, (como si alguien supiera) aunque siempre escribamos sobre ellas. Qué más
da en singular que en plural.
Si encuentras a alguien… sigue
aprovechando. Al minuto. Al instante. Al final, es lo único que te llevas. Instantes.
Compartir colchón, restaurante y barricada. Da igual el orden. Pero mucho
colchón. Y siempre barricada.
Acabé la copa, pidamos otra… que las
noches son muy largas. ¡Camarero!
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